La escritora de Malabrigo obtuvo el primer puesto en el concurso literario provincial de relatos cortos “Eufrasia Cabral” organizado por la Secretaría de Mujeres, Género y Diversidad del Ministerio de Igualdad y Desarrollo Humano de la provincia de Santa Fe.

 

El jurado estuvo compuesto por las escritoras Beatriz Vignoli, Laura Vizcay y Claudia Montenegro.

 

Sonia Sager presentó un relato corto sobre la vida de su abuela Marta que a continuación transcribimos:

 

Doña Marta

 

Querida abuela:

 

Hoy me despertó el inconfundible olor a tus dulces de mandarina, te vi sentada es la silla petiza junto a un canasto lleno y tu olla dulcera. Marta, Doña Marta, hermana del fundador de Malabrigo, don Federico Carlos Sigel, madre de 11 hijos. Integrante de las primeras Damas de beneficencia, que donaron el edificio de la escuela alemana, para que funcione el hospital y luego se transforme en la primera escuela secundaria de la localidad.  Fuiste mi abuela, esa abuela con olor a lavanda, mirada de ángel, besos con sabor a caramelo, mi abuela transformada en ángel en la tierra.

 

Hoy tus recuerdos llegan a mí, empujados por ese enorme sentimiento guardado en mi corazón. Cada sábado, cuando llegaba a tu casa, te encontraba sentada ante una gran mesa, frente a una taza de malta caliente, acunada por el canto de los canarios y el perfume de los jazmines. No olvido tu sonrisa al verme parada en la puerta, me hacías sentar junto a vos, me convidabas de tu taza un poco de malta y la infaltable rodaja de pan casero, untado con tu mermelada de mandarina. Lo más rico que había probado.

 

Doña Marta era un ser transparente, cálido, trabajador. Desde que se levantaba hasta que se acostaba, vestía batones prendidos adelante con dos bolsillos, en los que guardaba un pañuelo y los fósforos, porque según ella allí no se humedecían. Tuvo la primer librería en Malabrigo: venta de cuadernos, lápices, goma, las revistas Caras y caretas, Billiken, ….Para pascua vendía los conejitos, gallinitas de chocolate y los huevitos de yema. Los niños iban allí a hacer su encargue.

 

Días antes de pascua, se pasaba noches enteras hirviendo huevos de gallinas y pintándolos, como solo ella sabía hacerlo. Eran obras de arte, después regalaba a los niños que pasaban, ese día por la calle y a nosotros, sus nietos. Era lo más bello que recibíamos: los huevos que el conejo nos había dejado en su casa.

 

Era una arañita tejedora, todos los ratos libres solía tejer, tejía y tejía. Su hilo era tan fino que reproducían a los de una verdadera araña. No había niño por ese tiempo que no tuviera una gorrita y escarpines tejido por ella. Formaba parte de las damas de beneficencia del hospital. Llevaba allí para los niños que vinieran al mundo sin nada, era pura ternura y solidaridad.

 

Crió 11 hijos sola sin ayuda de nadie, porque su esposo había quedado ciego. Tanto para sus hijos como sus nietos fue un ejemplo a seguir.

 

Gracias por cada momento vivido, por tus caricias, tus sonrisas cómplices, tus

 

abrazos tan cálidos y sanadores.

 

Marcaste un antes y un ahora en todos nosotros y en nuestro Malabrigo.