Los canes de la división CA 9 de la policía santafesina trabajaron en el caso del crimen de Miguel Ángel Mattiazzi.

 

Los perros adiestrados en el rastreo por olfato fueron llevados hasta el lugar donde apareció abandonada la camioneta de la víctima, en calle Simón de Iriondo, al norte de Calchaquí.

 

En ese punto y luego de captar el olor de una remera del único imputado por el sangriento y alevoso homicidio, que el propio Franco Villalba proporcionó a los investigadores, siguieron el rastro hasta la puerta de la vivienda de Marcela Vera, madre de la novia del joven.

 

En el camino, siempre bajo las órdenes de su entrenador, y con la presencia de funcionarios de Fiscalía y del abogado defensor Pablo Perelló, hallaron rastros que serían los del imputado.

 

El procedimiento se realizó el viernes 5 de julio, justo el día en que a Villalba le dictó la prisión preventiva por 6 meses.

 

Para quienes llevan adelante la recolección de pruebas y evidencias, ese dato no resulta menor. Si los canes llegaron hasta esa casa, «es claro que quien huyó y abandonó la camioneta, luego fue hasta la casa hasta donde llegaron los perros y ahí se bañó dejando abundantes manchas de sangre en el baño que fueron levantadas con la prueba de luminol», dijeron a InfoVera.

 

Vale recordar que en la acusación, el fiscal Leandro Benegas le endilgó a Villalba que luego de terminar con la vida de su padrastro «con la utilización de un cuchillo de unos 15 centímetros de hoja», que había tomado de la casa de su suegra, «se bañó con agua fría porque no andaba el calefón aproximadamente entre las 11 y las 12 horas, a pesar del intenso frío del día” dejando “considerable cantidad de sangre de origen humano en el lavatorio del baño, la jabonera y otros sectores de la casa”.

 

Infovera