La mediática estrategia de los abogados de la temible banda de narcotraficantes Los Monos, involucrando al socialismo en sus fechorías para desviar la atención en el juicio al que están siendo sometidos, pone en la palestra una vez más el poder de los medios tradicionales combinados con los «medios sociales».
¿Eran iguales de severas las tormentas y granizadas?. ¿Acaso los alumnos en las escuelas no hacían bromas pesadas o bautizaban a sus compañeros con estigmatizantes apodos que persistían toda la vida inclusive?. ¿La violencia familiar o entre parejas – matrimonios por entonces- es solo patrimonio de estos tiempos?. ¿Cuánto tiempo tardaba la población en enterarse de los hechos de gobierno y la política?.
Hoy tenemos acceso a todo lo que pasa en tiempo real por obra y gracia de la auténtica revolución desde que el hombre se comunica con sus semejantes: internet. Y sus hijas dilectas: las redes sociales que cambiaron nuestras vidas para siempre; para bien o para mal. Y que ya son objeto de tratamiento psicoterapeutico.
Naturalmente el periodismo no quedó eximido de semejante fenómeno sociológico y cultural. ¿Para qué aguardar a que salga el Diario o la radio propague la información, si la tengo inmediatamente en mi celular?. Y lo mas movilizador socialmente: ¿para qué enviar una carta al correo de lectores de un diario o llamar a la estación de radio si puedo compartir mis opiniones y curiosidades a través de las redes sociales?.
Hete aquí el objeto de esta introducción: el exceso de información desinforma; «quantum» sabiamente estudiado y aplicado por los estrategas de comunicación y marketing político para, precisamente, aprovechar esa «cualidad vulnerable» de los consumidores de la «social media».
El socialismo no supo – o no pudo – contrarrestar el furibundo ataque proveniente del kirchnerismo (que curiosamente tiempo después usufructuó electoralmente el macrismo) cuando acuñó en el inconsciente colectivo el mote «narcosocialismo», basándose en las tropelías que cometían en Rosario la temible banda de narcos «Los Monos» ante la mirada impasible – y porque no cómplice – de la justicia federal.
La detención del jefe policial Hugo Tognoli, hábilmente explotada por el gobierno nacional de entonces, y la criminal balacera a la casa del Gobernador Antonio Bonfatti (octubre del 2013) fueron hitos nefastos para el socialismo, sobremanera en Rosario. Paradójicamente, Elisa Carrió y los medios nacionales – entre ellos Jorge Lanata y su PPT – contribuyeron a generar no pocas dudas entre el resto de la población, que se negaba a pensar que el socialismo y el por entonces Gobernador anduvieran entremezclados con el narcotráfico.
El daño ya había sido causado, y las consecuencias las sufrió dos años más tarde el candidato a Gobernador Miguel Lifschitz.
Finalmente «Los Monos» terminan siendo apresados por la justicia y la policía provincial (de Bonfatti) por delitos provinciales tales como asociación ilícita y asesinatos; de allí que hoy día suelto de cuerpo el enjuiciado «Monchi» Canteros afirme: «a mí me tratan de narcotraficante y no tengo ni una sola causa». Tiene razón el líder de Los Monos: la justicia federal nunca movió un expediente para acusarlos por narcotraficantes.
Hoy el socialismo está nuevamente en estado de alerta: Ramón Ezequiel «Monchi» Machuca, (acusado de ser uno de los líderes de la banda narcocriminal de Los Monos), declaró en el juicio que se realiza desde el martes pasado en el Centro de Justicia Penal de Rosario que políticos (socialistas) medraron con quienes fueron sus rivales en el negocio del narcotráfico rosarino, inculpando una vez más al ex – Gobernador Antonio Bonfatti, quien desde hace 4 años tiene que desplazarse por la vida, por orden judicial, con dos policías de civil oficiando de guardaespaldas.
De inmediato el socialismo, curado en salud, salió a esterilizar la repercusión mediática de los dichos del narco enjuiciado, haciendo notar que las estrategias procesales (de Los Monos) es «atacar al partido que trabajó junto a la justicia para encarcelarlos y juzgarlos».
El titular del radicalismo provincial Julián Galdeano señaló que desgraciadamente las declaraciones del acusado «tuvieron más repercusión que el contenido de las acusaciones mismas».
Luis Rubeo, presidente del Bloque Justicialista de la Cámara de Diputados de la provincia se sumó al «repudio por las declaraciones vertidas por el procesado Ramón Ezequiel Machuca ante el Tribunal que lo juzga»; mientras que Felipe Michlig en nombre de los senadores del FPCyS realizó un llamamiento a la justicia «para que realice el juzgamiento a partir de las pruebas y testimonios recabados, y no desde expresiones sin fundamentos que buscan entorpecer el proceso judicial y manipular a la opinión pública».
Michlig le pegó al clavo: «manipulación de la opinión pública»: objeto y sujeto del introito de esta nota.
Los cambios en el gabinete.
Es muy probable que la Dra Andrea Uboldi, actual subsecretaria de Primer y Segundo Nivel de Atención en Salud (tercera en la jerarquía de ese ministerio) reemplace a Miguel González en el Ministerio de Salud; mientras que el sillón que dejará vacante Luis Contigiani en Producción tiene al Gobernador Lifschitz decidiendo, no solo entre varios nombres, propios y ofrecidos, sino en el perfil político y ejecutivo de quien tendrá que reemplazar a un funcionario ampliamente apreciado por todos los sectores de la producción y el comercio.
Julio Schneider dejará de ser el Ministro de Obras Públicas, una cartera a la cual con el paso del tiempo le fueron quitando tantas funciones, que bien podría transformarse en una secretaría mas del Ministro de Infraestructura y Obras José Garibay.
Eduardo Matozo, Ministro de Ciencia, Tecnología e innovación (quien junto con Schneider llegó de la mano de José Corral cuando éste formaba parte del FPCyS representando al Grupo Universidad, hoy Cambiemos) aún forma parte de las cavilaciones del Gobernador, y no por el nombre de su sucesor precisamente.
¿Reforma de la Constitución for export?
El Gobernador viajará dentro de diez días a Nueva York. Para ello invitó a cuatro altos dirigentes de la provincia para que lo acompañen en aquel periplo de negocios: al presidente del PRO, Federico Angelini, al de la UCR, Julián Galdeano, al senador peronista Armando «Pipi» Traferri y al referente de NEO Felipe Michlig.
Todos conocen la obsesión de Lifschitz por la reforma de la Constitución (reforma con reelección que Luis Rubeo considera «obscena»); ¿será motivo de amables tertulias políticas entre «bussines to bussines»?.